viernes, 4 de julio de 2014

Sus ojos.

La observó despacio. Más bien, habría que decir que la detectó. Su figura, sus movimientos naturales, su hablar relajado y tranquilo.
Sus ojos.
Los observó despacio cuando no le miraban a él. Pero no era fácil, porque todo lo que hacía y decía, parecía consultárselo a él con aquellos ojazos, mientras él bajaba los suyos, azorado. No tenía los ánimos para bucear en aquellos ojos oscuros y sonrientes. Pero sí se atrevía a mirarlos cuando fijaban la atención en algo distinto a él. Eran unos ojos demasiado francos para la debilidad en la que se creía encontrar el chico. Demasiado poderosos para hacerles frente. Y demasiado limpios para acceder a ellos con su turbia mirada. E intuyó que, un día, cuando estuviese más compuesto, los miraría a fondo para ver qué miraban y lo que le decían.

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