Habréis oído hablar de mí. Soy el Dios del Bosque. El día en el que se vislumbró el primer atisbo de naturaleza, ahí estaba yo. Hace millones de años, cuando la humanidad aún no habitaba la Tierra, cree unas entidades microscópicas que protegerían para siempre a toda mi familia. Hasta que llegaron ellos. Los humanos. Lo que ellos llamaron ''evolución'' fue ''destrucción'' para todos nosotros. Construyeron máquinas, artefactos que aniquilaban todo a su paso, los llamaron 'armas' y empezaron a matarse entre ellos. Después de una gran guerra, el mundo quedó arrasado por su estupidez, muchos bosques cayeron, y poco después, toda la podredumbre que ellos trajeron se incorporó a las entidades que había creado para proteger la naturaleza, y esto afectó a los bosques que habían sobrevivido y que yo cuidaba con tanto esmero. La infección no solo fue a parar a los bosques, las personas quedaban contagiadas y morían una tras otra. Empezaron a aislarse en poblados para sobrevivir. Para arreglarlo, yo creé unos seres que les transmitieran lo que estaba ocurriendo, ya que no podía comunicarme directamente con ellos. Los estúpidos humanos, sosteniendo que la culpa de la infección era de mis bosques, los atacaron creyendo que iban a ser contagiados, y utilizaron su dura piel para construir más murallas, y más armas. Yo intentaba unirlo todo de nuevo y ellos solo querían separarlo y destruirlo. Los odiaba, los despreciaba, y aún así protegí de la infección a una niña que había entrado en mi bosque. Ni el menor de mis árboles era tan pequeño e inocente como esa niña que quería arreglar el mundo. Al tropezar, cayó en un agujero. La entrada al bosque subterráneo. Ella pudo ver cómo mis entidades protegían a las raíces centenarias de los árboles que aún sobrevivían, y quedó fascinada. Se acercó a uno de los Kaju, los seres que había creado, y que se convirtieron en monstruos tras ser atacados por los seres humanos, pero este no hirió a la niña y ella no tuvo miedo. Pudo ver la hermosa forma de estas criaturas cuando no estaban enfurecidas, y lo comprendió todo. Los bosques, los monstruos, ellos no tenían la culpa de todas las catástrofes. Había una forma pacífica de arreglarlo. De sanar la enfermedad. Tenía que contarlo, así que volvió rápidamente a su poblado e intentó explicárselo a su familia y amigos. Pero como desde hace tiempo, nadie la creía. Era demasiado tarde. Los humanos estaban organizándose para destruir todos los bosques que quedaban y eliminar la infección de raíz, o al menos eso pensaban. Días después ya estaba preparados para la última guerra. Todas sus armas apuntaban a los bosques y todos mis monstruos se situaban ante ellos esperando poder defender la última esperanza de la humanidad. En el momento en el que la inocente niña enfrentó a todos esos humanos, puso una flor en cada una de sus armas e intentó salvarnos, tuve algo de fe, un sentimiento como la esperanza, inapropiado para un Dios del Bosque. Pero todo eso se desvaneció en un momento. La niña expresó su deseo de mantenerse firme y proteger el bosque. Y sus propios amigos, su propia familia, dispararon. Arrasaron todas y cada una de las formas de vida que existían, y muchos de ellos murieron devorados por mis monstruos. Era la escena más indecorosa que había visto en los millones de años que había vivido. En medio del campo de batalla, vi el cuerpo de la niña desvaneciéndose junto al más pequeño de mis árboles, y el último. Me adentré en ese árbol, y pude sentir el suave tacto de la niña abrazándome, mientras nos fusionábamos. Era el fin de los días.